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Historia Publication logo Marzo 8, 2021

Los Pueblos Yanomamis Se Defienden

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The Jirijirimo waterfall, on the Yaigojé river, in the Brazilian state of Amazonas.
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The FLARES FROM THE AMAZON project seeks to warn of the increased dangers of deforestation and...

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Estamos entre 1975 y 1976. Una epidemia devastadora penetra en el estado de Roraima, al norte de Brasil. Los primeros garimpeiros (buscadores de oro o de piedras preciosas en el Amazonas), unos 500, empiezan a subir la Serra do Surucucus. En 1980, otros 2.000 ingresan al territorio yanomami por el río Uraricuera. La epidemia se extiende. Las rutas de los garimpeiros marcaron el rumbo de otras enfermedades. Con ellos, vinieron males que nunca habíamos visto, como el sarampión y la malaria, que exterminaron a gran parte de la población; las cifras no son precisas.

En esos años encontraron mucho, mucho oro en nuestras tierras. Cuando nos dimos cuenta, 150 aviones ya realizaban vuelos diarios desde el aeropuerto de Boa Vista hacia el territorio, trayendo mineros de allí a la ciudad, cargados de oro. El tráfico aéreo en el aeropuerto de Boa Vista se convirtió entonces en el más intenso de Brasil, quizá mayor que el de São Paulo y Río de Janeiro. Tan alta fue la inversión de los buscadores de oro en nuestra región.

Unos años más tarde, en 1987, Romero Jucá, entonces presidente de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), trajo a un indígena de otra etnia para firmar un acuerdo de ingreso de garimpeiros a nuestro territorio. Grabado en video, el indígena afirma que es necesario llevar avances a los pueblos indígenas para “mantener a la familia”. Los deseos expresados por Jucá, que vino de lejos para decirnos que él era el representante de lo que queríamos, no eran los mismos que los nuestros. No lo fueron y nunca lo serán.

El periodo entre 1987 y 1990 fue denominado el de la “fiebre del oro”. Muchas personas ingresaron al territorio trás la minería; el tráfico aéreo aumentó aún más. La famosa estatua del garimpeiro fue construida y colocada en el centro de Boa Vista, capital del estado de Roraima, simbolizando la fuerza de la minería en la economía del estado amazónico. Para nosotros, un garimpeiro jamás debería simbolizar el estado cuando tenemos aquí verdaderas riquezas naturales como el Monte Roraima.

Debido a las enfermedades que trajeron los garimpeiros a las aldeas durante este período, más del 20% de la población yanomami murió. Se estima que, por cada 10.000 a 15.000 yanomamis, había aproximadamente 40.000 mineros en nuestra tierra indígena.

Fora Garimpo, Fora covid-19

Las movilizaciones de Davi Kopenawa, nuestro mayor líder hasta la fecha, comenzaron con la Asamblea Constituyente. David salió de su aldea para hablar con las autoridades, denunciar que se estaban produciendo invasiones y que los yanomamis estaban muriendo. La respuesta del Gobierno fue que carecía de recursos para resolver esta situación.

Kopenawa buscó el apoyo de una organización no gubernamental para poner en marcha protestas en las Naciones Unidas y en las embajadas de Brasil en todo el mundo. A partir de esta movilización, los misioneros tomaron la iniciativa de entregar una carta de los yanomamis a la ONU con más de 150.000 firmas pidiendo la demarcación de nuestro territorio indígena.

Fue la ONU la que lideró una campaña que garantizó recursos para la demarcación de la Tierra Indígena Yanomami. Y hoy, con más de 400.000 firmas en la campaña Fora Garimpo, Fora Covid(fuera minería Ilegal, fuera covid), queremos garantizar la misma repercusión internacional porque, otra vez, es urgente que la sociedad no indígena reconozca la importancia de nuestra lucha por la supervivencia y por la vida.

El 25 de mayo de 1992 marca un capítulo importante en la historia de nuestra lucha por la tierra. La Tierra Indígena Yanomami fue aprobada durante el mandato del presidente Fernando Collor. ¡Quién lo diría! En un principio, el territorio se dividió en 19 islas, precisamente para dejar fuera de la Tierra Indígena las riquezas minerales que atraen a los garimpeiros.

El año 1993 estuvo marcado por la Masacre de Haximu, que consideramos el inicio del genocidio de nuestro pueblo. Los mineros contrataron a 17 yanomamis para hacer el trabajo de carga pesada durante unos días. Al final de la jornada laboral, los buscadores ofrecían comida a los trabajadores. Uno de ellos se alejó del grupo y escuchó los disparos que mataron a todos sus compañeros. Fue perseguido e incluso baleado en la pierna, pero consiguió escapar, y gracias a él hoy conocemos esta historia.

En busca de justicia, los yanomamis fueron hasta el local, pero solo encontraron los cuerpos de sus familiares y el campamento de los mineros abandonado. Fue el apoyo internacional que recibimos entonces, y la movilización generada por la masacre, lo que presionó a la policía federal para monitorear el operativo e iniciar una investigación sobre la minería en la Tierra Indígena Yanomami.

Estamos en 2020. El primer caso de covid-19 en la Tierra Indígena Yanomami ocurrió por culpa de los mineros. Gracias a la facilidad de acceso en barco a la región de Waikas, sobre el río Uraricuera, los mineros no han dejado de explotar los yacimientos, incluso durante la pandemia.

Un joven ye’kwana –etnia vecina a los yanomamis– salió de su comunidad y se dirigió a la región de la minería. A su regreso, sin saber que tenía síntomas, participó en un ritual con todos los miembros de su comunidad, que fue golpeada casi en su totalidad por el virus. Fue a partir de este contacto que la covid-19 comenzó a extenderse dentro de nuestro territorio.

Bebés sanöma

Además, también nos enfrentamos a un problema que nunca podríamos haber imaginado: hubo bebés que nacieron, murieron y desaparecieron. En mayo, madres sanöma, subgrupo de la etnia yanomami de la región llamada Auaris, fueron llevadas a Boa Vista con síntomas de neumonía. Sus bebés se habrían infectado con el coronavirus en el hospital, donde murieron y sus cuerpos desaparecieron.

El caso de los bebés sanöma expresa un nuevo capítulo de violencia estatal contra los pueblos indígenas. La falta de respeto y la indignidad con que la muerte de nuestra gente es tratada por los poderes públicos es la misma con la que nos tratan en vida. ¡No basta con matarnos con el contagio del coronavirus; sino que también las mujeres y los hombres deben ser torturados...!

Este capítulo es reciente, pero las víctimas le han dado un viejo título: genocidio. Uno de los recién nacidos habría muerto por complicaciones no relacionadas con la covid-19, pero el informe médico apunta a una neumonía aguda, uno de los principales síntomas de la enfermedad.

Otra víctima de la infección por coronavirus que pocas personas conocen fue el propio Davi Kopenawa. Cuando niño, Davi ya vio diezmada la población de su tierra natal por dos epidemias infecciosas, ambas provocadas por el contacto con personas no indígenas y mineros ilegales: una de gripe, en 1959; y otra de sarampión, en 1967.

Davi fue uno de los responsables de que se lograra la demarcación de la Tierra Indígena Yanomami en 1992 y recibió el premio ambiental Global 500 de Naciones Unidas. En 2010 vio cómo su obra La caída del cielo (A Queda do Céu), escrita con el antropólogo francés Bruce Albert, se estrenaba en Francia. Publicado en Brasil en 2015, el libro es un manifiesto chamánico para denunciar la destrucción del bosque y de su gente, y el testimonio autobiográfico de Davi.

Contra la liberalización de la minería

Hoy, casi el 60% del territorio yanomami está afectado por requerimientos legales de mineros, tanto en el estado de Roraima como en el estado de Amazonas. El presidente Jair Bolsonaro envió al Congreso una solicitud de autorización para liberalizar la minería en tierras indígenas el 6 de febrero de 2020, conocida como Proyecto de Ley (PL) 191. El gobernador de Roraima lo apoya. La Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), que representa legítimamente a todos los pueblos indígenas del país, ya se ha pronunciado en contra.

Al ser comprados por los garimpeiros, algunos líderes indígenas de diferentes etnias se declaran favorables a la minería, incluyendo líderes yanomamis que apenas hablan portugués. Uno de ellos, que fue a Brasilia para reunirse con la Presidencia de la República, me dijo que ni siquiera sabía lo que iba a decir allí, y que los otros indígenas lo obligaron a decir que estaba a favor de la minería y que representaba la voz de todos los yanomamis. Se arrepintió y se disculpó frente a los miembros de su comunidad y dentro del territorio.

Así, las amenazas presentes y futuras provienen de los empresarios y políticos locales y del debilitamiento de la FUNAI que, con Bolsonaro, ha visto recortadas sus competencias. Esas amenazas llegan a nosotros a través de la cooptación de los propios yanomamis y se reflejan en el Congreso con el programa de liberalización de la minería en las tierras indígenas.

Contamos con la movilización internacional y la participación de indígenas y no indígenas para conseguir la misma victoria que alcanzamos hace casi tres décadas, incluso con un presidente como Fernando Collor, en el momento de la demarcación de nuestra tierra indígena. El éxito entonces de la campaña de movilización internacional por la demarcación me da esperanza y confianza de que la campaña Fora Garimpo, Fora Covid esta vez también funcionará.

Que nuestra lucha por la vida sea reconocida por la sociedad internacional y los gobiernos de todo el mundo. Que los no indígenas conozcan y reconozcan a los pueblos indígenas por lo que somos. Nuestra intención es defender nuestra casa, que es nuestro territorio; nuestra madre, que es la tierra. Y nadie vende a su propia madre. La madre no se vende.